Somos el valle que nos da nombre y el río que le da forma. El Turbón vigilante al fondo, al abrazo de los Pirineos y su Aneto. El congosto de Obarra, el ribagorzano, sus pueblos y gentes.
Cuidar de este valle es cuidar de su pasado, es proteger de los recuerdos de nuestra vida, la niñez y los septiembres de cosecha.
Nuestra relación familiar con el vino y esta tierra nos hizo volver y, a partir de pequeños viñedos, recuperar variedades propias de nuestra región, algunas casi extintas.